Luchemos juntos por una atención médica universal
Uncategorised

En primera persona: testimonios de compañeras de Médicos del Mundo en Gaza

09.11.2023
Los equipos de Médicos del Mundo en Gaza han pasado de ser trabajadores por el acceso a la salud de sus conciudadanos a víctimas de un cruel conflicto.

© Javier Bauluz

Como ONG que trabajamos en Gaza, estas semanas nos preguntamos cada mañana aterradas cómo están nuestros compañeros y compañeras gazatíes. Los equipos de Médicos del Mundo en Gaza han pasado, de ser trabajadores por el acceso a la salud de sus conciudadanos, a víctimas de un cruel conflicto que no solo no permite que puedan trabajar, sino que les empuja a sobrevivir, huyendo de las bombas y buscando qué comer. El terrible asedio del último mes les convierte en supervivientes día a día. Subsistir cada día es una victoria.

Queremos compartir algunos testimonios de nuestras compañeras que, pese al miedo y la ira, no dejan de pensar que tiene que conocerse lo que están viviendo.

Gracias, compañeras por querer alzar la voz incluso cuando las bombas os pisan los talones. Estamos orgullos@s de vosotras y vamos a estar aquí con vosotr@s.

Por cuestiones de privacidad, los nombres son falsos.

 

Nur, 34 años

 

Estoy embarazada de ocho meses en medio de una guerra. También tengo un niño de un año y medio. Hace unas semanas, como parte del equipo de Médicos del Mundo, trabajaba para mejorar el acceso a la salud y la atención sanitaria de los palestinos y palestinas de Gaza. Hoy, tras un mes de asedio, soy yo la que no puedo acceder a ningún tipo de atención sanitaria para mujeres embarazadas en esta situación. Tengo mucho miedo por mi bebé, el olor de las bombas y los gases es muy fuerte y podría afectarle. 

Hemos huido cerca del paso fronterizo de Rafah, pero aquí tampoco tenemos agua, electricidad, Internet, comida, ni leche. Hoy queríamos volver a desplazarnos a otro lugar, pero no hemos encontrado ningún lugar seguro, así que hemos decidido quedarnos aquí y rezar. Realmente siento que la muerte va a alcanzarnos en cualquier momento.

Amani, 32 años

 

Mi día a día solía empezar cuando nuestros pájaros cantaban sus canciones aleatorias pero muy curativas. Formaban parte de la familia. Solíamos cuidarlos, limpiarlos y darles de comer cosas muy deliciosas.

El pasado 9 de octubre el Ejército israelí ordenó la evacuación forzosa de nuestro barrio. Nos evacuaron horas antes de un bombardeo masivo que destruyó toda la plaza.  Por desgracia, no pudimos llevarnos los pájaros con nosotros, y pasamos toda la noche llorando y preguntándonos si seguirían vivos.

Esperamos a que amaneciera para ir a ver la casa y los pájaros. El barrio parecía haber sufrido un terremoto de 9 grados. Perdimos nuestras casas, nuestros sueños, todo.

Fue un milagro que los pájaros siguieran vivos bajo el intenso fuego y los gases de las bombas de fósforo, prohibidas internacionalmente. Estábamos conmocionados y felices al mismo tiempo de que estuvieran vivos. Lloramos, lloramos mucho y nos los llevamos con nosotros en la segunda evacuación forzosa.

Y adivinen qué, están comiendo pepino en este momento.  Ahora celebramos cada pequeño triunfo de la vida.

 

Leila, 30 años

 

Estamos acostumbrados a las guerras. En mis 30 años de vida nunca hemos conocido la paz ni la seguridad. Siempre he sido reconocida por mi fuerza y tenacidad en los momentos difíciles: siempre fui la sabia, la fiable, la cuidadora de la familia. Pero ahora siento que esta guerra no es como las demás.

Podríamos contar mil momentos angustiosos estas semanas. Este es solo uno de ellos: hace unos días estaba sentada con mi madre y mi sobrino en el rincón que considerábamos el más seguro de la casa. De repente, oímos gritos y nos enteramos de que habían obligado a evacuar un edificio cercano porque los israelíes estaban a punto de bombardearlo. No pude evitar gritar a mi madre y a mi sobrino que iban a bombardear. No sé cómo recogí las bolsas que había preparado previamente, con algunos de mis papeles importantes, fotos de mi difunto padre y algo de ropa. Bajamos las escaleras corriendo y gritando tan alto como pudimos para avisar a nuestros vecinos: «EVACUACIÓN, EVACUACIÓN”.

A la salida de nuestro edificio, nuestros gritos se encontraron con los de mi cuñada y sobrinas. Miré a mi alrededor y no encontraba a mi hermano. Sentí que el corazón se me salía. Todas corrimos al coche: mis sobrinas de 6 y 10 años lloraban histéricamente. Entonces conduje el coche fuera del parking mientras gritaba sin parar “ENCUENTREN A MI HERMANO”.

Como todas estas personas eran ahora mi responsabilidad, tuve que conducir hasta un lugar alejado del bombardeo. Mi madre intentaba por todos los medios sacar el teléfono para llamar a mi hermano, pero le temblaban tanto las manos por el shock y el terror que no podía llamar. Me subí con el coche a una acera, completamente abrumada por el miedo y la preocupación por mi hermano. Paré el coche, cogí el teléfono y llamé a mi hermano, que por fin contestó. En cuanto contestó, me eché a llorar, aterrorizada de que le hubiera ocurrido algo horrible. Me dijo que estaba yendo a llamar a las casas de los vecinos para evacuarles.

Entre mi tristeza y mis preocupaciones, surgieron sentimientos de orgullo y gratitud por tener un hermano que eligió salvar la vida de los demás antes que la suya propia.

 

Mariam, 42 años

 

Salimos de Gaza hacia el sur, con la esperanza de que fuera segura, pero por desgracia este lugar tampoco lo es. Los niños, niñas y personas mayores están aterrorizadas.

Ahora compartimos un lugar con cinco familias, estamos hacinados. Nos peleamos por el agua y el pan, haciendo colas interminables. El estrés en casa es tal que apenas podemos tolerarnos los unos a los otros. Incluso hacer cola es peligroso, ya que las panaderías y otras tiendas están en el punto de mira. Cuando salimos de casa, no sabemos si volveremos.

Y entonces nos llegan mensajes al teléfono: otra más, otra muerte más.

 

Nora, 32 años

 

Cuando el Ejército israelí dijo que evacuáramos mi barrio de Gaza, primero pensé que era sería parte de su continúa guerra psicológica para amedrentarnos. Por desgracia, y quizá por suerte, me evacuaron horas antes del bombardeo masivo de mi encantador barrio, Al Karama. El bombardeo duró días, literalmente días sin parar.

Murieron decenas de mis vecinos, decenas de vidas, decenas de sueños, decenas de sonrisas, decenas de corazones amables y decenas de historias jamás contadas.

Yo perdí mi casa, mis recuerdos, mi hermosa imagen del «hogar» y años de duro trabajo para construir un lugar para mi familia, para mis hijos. Sí, he sobrevivido, pero con el corazón roto y los recuerdos perdidos. ¿Cómo se puede vivir como ser humano sin recuerdos? El ser humano es una serie de recuerdos.

 

FORMAS DE COLABORAR

A través de nuestra web

Bizum: 06990

Teléfono: 91 567 86 01

Cuenta corriente: IBAN ES54 2100 4466 9902 0002 0000

 

Conoce nuestro trabajo en el Territorio Ocupado Palestino