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Cómo reforzar un sistema de salud debilitado frente a la pandemia de la covid-19

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Más presupuestos, más médicos, prevención y control son los primeros pasos para fortalecer el sistema de salud.

© Médicos del Mundo

9 de noviembre de 2020.- En un país donde solo 13 centros hospitalarios públicos deben dar respuesta a 20 millones de personas y que además atraviesa una crisis humanitaria agravada desde 2019 por la inseguridad y el desplazamiento interno de más de un millón de habitantes, una pandemia como la de la covid-19 representa un grave problema a sumar a los que ya enfrentaba. Hablamos de Burkina Faso y solo por comparar, la Comunidad de Madrid cuenta con 10 veces más médicos que este país africano y con 33 hospitales del servicio madrileño de salud para una población de 6 millones de personas.

Para dar una respuesta efectiva y conseguir frenar al coronavirus, todos los recursos son bienvenidos en cualquier lugar del mundo, más aún en la región del Sahel, en la que trabajamos para fortalecer los sistemas nacionales de salud y paliar la crisis debida a la inseguridad alimentaria existente. También es bienvenida toda la ayuda económica que permita llevar a cabo con eficacia y agilidad una actuación acorde a la magnitud de un virus como la covid-19.

Y en este sentido, el proyecto RECOSA y su presupuesto adicional para afrontar la emergencia debida a la pandemia está permitiendo a nuestros equipos en Burkina Faso su trabajo de apoyo al sistema sanitario del país en la prevención y el control de casos. En total, se ha aumentado un 11% el total del presupuesto en ejecución para responder a esta emergencia.

En el marco de este proyecto se está empleando material de Prevención y Control de Infecciones (PCI), habilitando equipos de prevención y control de infecciones en los centros sanitarios, y dotando de equipos de protección individual (EPI) a las y los trabajadores sanitarios y al personal sanitario comunitarios que llevará a cabo las actividades de sensibilización de la comunidad. Se trata de un conjunto de kits de prevención estándar, previstos para cubrir un periodo de 3 meses por cada centro de salud y de promocion social (CSPS).

Así, entre las actuaciones llevadas a cabo ha estado la formación del personal sanitario en el distrito de Sebba en lo relativo a vigilancia comunitaria y la búsqueda activa de casos positivos. Esta capacitación permitió reforzar las habilidades de los agentes de salud para la vigilancia y la detección de casos, así como para poner en marcha medidas de barrera entre la comunidad.

Además, se ha podido realizar una donación de kits de higiene y desinfección a la Dirección Regional de Salud destinada a reducir la propagación de la enfermedad, y de equipos para la fabricación de gel hidroalcohólico al distrito de Dori. A ello se suman las acciones de sensibilización que estamos llevando a cabo con el fin de llegar al máximo posible de hogares, a través, por ejemplo, de emisiones radiofónicas.

Resiliencia de las poblaciones vulnerables

Detrás del acrónimo RECOSA encontramos una iniciativa que dio comienzo a finales de 2019 con un objetivo tan ambicioso como necesario: acompañar a la comunidad en su búsqueda de la autonomía, para lo que se tratará de fortalecer la resiliencia de las poblaciones vulnerables y la cohesión social y el fomento de la paz en el área transfronteriza que abarca la región del Sahel (Burkina Faso) y la región de Tillabéri (Níger). Cuenta con la financiación de la Unión Europea a través de los Fondos Fiduciarios de Emergencia y se prevé desarrollar hasta finales de 2023.

En Burkina Faso, este proyecto se está llevando a cabo por parte de las ONG Humanité & Inclusion (HI), Médicos del Mundo España, Vétérinaires Sans Frontières Belgium (VSF-B), la Cruz Roja Española (CRE) en colaboración con la de Burkina Faso (CRB) y Nodde Nooto (A2N).

Contexto humanitario

La zona transfronteriza de Burkina Faso (región del Sahel) y Níger (región de Tillabéri) se caracteriza por la creciente vulnerabilidad de las poblaciones debido a las crisis climáticas recurrentes que afectan a los medios de subsistencia, la creciente presión sobre los recursos naturales que se están agotando, los conflictos comunitarios, el elevado crecimiento demográfico, la falta de oportunidades económicas -especialmente para la población más joven- y un clima de inseguridad y violencia, que tienen diversas consecuencias para las necesidades humanitarias en la zona.

En las zonas de intervención, una media del 12% de los niños y niñas sufre desnutrición aguda y alrededor del 45%, desnutrición crónica. Según los datos recogidos en el marco del proyecto RESA (la fase anterior a RECOSA, llevada a cabo de 2017 hasta 2020), el 75% de los hogares muy pobres tienen un consumo alimentario deficiente y el 66,4% tiene probabilidades de sufrir inseguridad alimentaria.